8 oct 2007

La Selección tuvo el corazón más fuerte.

Hubo un try de Longo, un drop de Hernández y 11 tantos de Felipe Contepomi, que jugó afiebrado. Los Pumas jugarán la semifinal el domingo a las 16 ante Sudáfrica.


Son Los Pumas del asombro. Los grandes profesionales de la cabeza y los amateurs del corazón. Los que siguen cumpliendo objetivos. Los que entraron por la puerta grande con un debut resonante y los que se colaron entre los cuatro mejores equipos del Mundial. Por primera vez en la historia. Parece un sueño: los All Blacks ya no están aquí. Tampoco los Wallabies continúan en la Copa del Mundo. Ni siquiera los irlandeses. Pero ellos, Los Pumas, siguen de pie.

Ayer, estos Pumas de las espaldas anchas, se quitaron de encima una mochila bien pesada. Porque por primera vez en el torneo llegaban como banca. Porque por lo que habían mostrado en su recorrido aquí, eran los favoritos. Y no escaparon a esa responsabilidad. Aceptaron el reto y lo resolvieron con fortaleza mental. Y con la defensa, claro, ese emblema indeleble de cualquier Selección nacional.

Los Pumas ganaron un partido sin retorno. Probablemente el partido. El que les abrió el camino a un suceso único en la enorme trayectoria del rugby argentino.

Escocia ya pertenece al pasado. Pero costó dejarlo en el camino. Costó como nunca antes. A la Selección no le sobró nada en la noche parisina, frente a casi 77 mil testigos directos en el Stade de France. Es que el partido se planteó como se esperaba. Fue duro, durísimo. Equilibrado y sin concesiones. Desde el principio hubo un duelo parejo por la posesión territorial y por la pelota. Mucho control para evitar infracciones que pudieran traducirse en penales. Juego cerrado y cauteloso; pulseada de los dos packs por predominar.

Escocia fue un rival prolijo y ordenado. Pocas veces se desequilibró. Nunca se entregó. Se puso adelante en el marcador a los 16 minutos con un penal de casi mitad de cancha del apertura, Dan Parks. Pero luego de la igualdad que por la misma vía alcanzó Felipe Contepomi, que jugó afiebrado, jamás recuperó la delantera.

Los dos jugaban a minimizar el error propio y a esperar el ajeno. Fue, ni más ni menos, casi un calco de los otros tres duelos por los cuartos de, donde nadie regaló nada en función del objetivo mayor: lograr el codiciado lugar en la semifinal.

¿Que Los Pumas no jugaron su mejor partido? Cierto. Pero no vinieron a hacer magia ni a encantar a la gente aquí. Vinieron para ganar. Y lo consiguieron con el sello de su tackle implacable. De su garra. Y de una cabeza que no se mareó por un entorno festivo y favorable. Está claro: el estilo Puma tal vez no entusiasme, pero rinde. Y varios equipos lo imitaron aquí.
Escocia jugaba al límite de las infracciones por la presión constante de la Selección. Tanta, que a partir de esa actitud, Argentina llegó al try: a los 33 minutos, cuando Longo tapó una patada con la que Parks intentó alejar el peligro en sus propios 22 metros. El octavo, muy atento, siguió la jugada, corrió junto a dos rivales y se zambulló primero al ingoal para marcar.

Después, con el pie certero de Felipe, las diferencias se fueron estirando. Y llegaron a 19-6, drop mediante del Mago Juan Martín Hernández, que arrancó el "Maradooo...Maradooo" de las tribunas.

Llegaron algunas desatenciones y Escocia se puso a tiro (19-13). A esa altura, desde luego, no había tregua, ni margen para más errores. Y no los hubo. Al final, sólo defensa. Y más defensa. Hasta conseguir el premio, nada menos que el suceso mayor en la historia del rugby argentino.


Daniel Pelisch. Enviado especial de Clarín.

No hay comentarios.: